El amor: Un acto de valentía
El amor, como la verdadera sabiduría, requiere paciencia. Requiere la quietud del alma para poder ser entendido en su profundidad. Así como un río no se apresura al fluir, sino que toma su tiempo para acariciar las piedras en su camino, el amor se construye en cada pequeño acto, en cada instante detenido, en cada mirada compartida.
Y este escrito nace del deseo de comprender el amor en su verdadera esencia: no solo como un sentimiento pasajero, sino como una forma de conocimiento y trascendencia. Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha intentado descifrar el amor: ¿es un impulso divino, como creía Platón, o una elección consciente, como diría Fromm?
Lo cierto es que amar nos transforma. Nos eleva, nos desafía y, a veces, nos hiere. Aun así, ¿qué sería de la vida sin amor? En el acto de amar nos exponemos a la posibilidad del dolor, pero renunciar al amor por miedo al sufrimiento es condenarse a una existencia vacía. Solo quien asume el riesgo del amor puede descubrir su verdadera profundidad.
Otro detalle es que, cuando estamos en una relación, una de las cosas más difíciles es desnudarse emocionalmente sin la ansiedad de ser juzgado. Pero cuando ambos se muestran tal como son, sin pretensiones ni miedo al rechazo, y descubren que la otra persona los elige, aun con sus imperfecciones, eso es intimidad emocional. De esa intimidad surge el amor. No el amor idealizado, sino el real, el que no se basa en la ilusión de lo que el otro podría hacer o en cómo yo quisiera que fuese, sino en la verdad de lo que es.
Dicen que somos como ríos, llenos de secretos. Al inicio, el amor nos muestra solo reflejos en la superficie, pero cuando nos sumergimos en el otro, encontramos su verdad. Y aquí yace la mayor paradoja: solo en la vulnerabilidad se halla la fortaleza, solo en la entrega se alcanza la plenitud. Amar no es poseer ni idealizar; es contemplar y aceptar.
Y cuando dos almas deciden sumergirse sin temor, descubren que el amor verdadero no es una búsqueda externa, sino un acto de creación mutua y constante, una obra en la que ambos, con cada acto, dan forma a algo que trasciende a cada uno de ellos.
Si no nos atrevemos a ser vulnerables, a abrir nuestros corazones y a correr el riesgo de experimentar dolor, jamás conoceremos la verdadera pertenencia, el amor y las conexiones profundas. Tenemos que bajar nuestras barreras para permitir que el amor vuelva a entrar. Permitirse ser vulnerable no es señal de debilidad, sino de valentía.
Creo que como seres conscientes algo que nunca debemos olvidar es que el amor no se sostiene solo. No basta con las promesas hechas en el pasado; el amor vive en el presente, en los pequeños actos que realizamos cada día. Es cierto que hay días de cansancio, de diferencias, de retos, pero el amor verdadero no se da por hecho: se demuestra. Quizás, si asumiéramos ese compromiso, descubriríamos que el esfuerzo por amar mejor podría hacernos volver a enamorarnos reiteradamente, no del recuerdo de lo que fue, sino de la persona que tenemos en el presente y en esta vida, tal y como es hoy.
Al inicio el nombre de una persona no tiene sentido para nostros, pero a medida que construyes una relación con el o con ella y surgen nuevos sentimientos, su nombre adquiere un nuevo significado. El nombre de alguien significa los sentimientos que evoca en ti. Hay nombres en nuestra vida que en un inicio fueron extraños, pero después de una conexión profunda hoy significan el mundo entero para nosotros. Mas es importante notar que ya sea por circusntancias de la vida o el destino que juntan a las personas, somos nosotros quienes escribimos las historias que le daran valor a los nombres.
Y quién quiera ser amado, tiene que procurar lo siguiente: Una relación amorosa implica reciprocidad. En el amor, uno ama y es amado. Pero para que esto sea posible, cada uno debe ser libre de hacerlo. Cómo dice Sartre, 'de la libertad, emerge el amor'. Quien quiera ser amado debe procurar la libertad del otro; porque si le sometes se vuelve objeto, y de un objeto no se puede recibir amor. Además, amar no es imponer ni exigir; es abrirse a la existencia del otro y permitir que el amor nos transforme.
Que fácil es olvidar aquellos momentos de felicidad, gozo, tranquilidad y en general todos los recuerdos que son hermosos a su manera, y es que cuando los sobre pensamientos nublan la mente, hacen creer que todo aquello quizás no fue tan especial como pensó, y que equivocado está. El sentimiento llamado amor no es algo que surge al instante, más bien lo que surge es el enamoramiento y ya después de haber pasado esa etapa es donde se empieza a crear ese sentimiento llamado amor.
Una de la enseñanzas más importantes es saber que el amor va de la mano con duelo, pero que esto no nos impida amar, y más bien que esto nos permita intensificar nuestros sentimientos y apreciar nuestro presente con esa persona. Además, no creo que haya intensidad de amor que no involucre el riesgo de salir lastimado. Si amas, pero no te entregas y no funciona, duele el hubiera. Por eso yo creo que conviene amar con todo el corazón. Porque si te retienes, quizás y eso que reservaste fue lo que faltó. Y no creo que importe haber dado el 10, 50 o el 100%. Si verdaderamente amaste, va a doler, pero mínimo sabrás que diste todo de ti para hacerlo funcionar. En la vida siempre habrá un corazón dispuesto a amarte, incluso cuando el tuyo duda.
Kierkegaard hablaba del salto de fe: amar implica entregarse sin garantías, abrazar la incertidumbre con valentía. Y en un mundo de tantas posibilidades, en un mundo de tantas satisfacciones, comprometerse es un acto de rebeldía porque elegir es abandonar y no nos queremos perder de nada, hay que tener el valor y el coraje para decir te elijo a tí y abandono todas las demás opciones, me añado a ti y mientras esté contigo voy a asumir con mis responsabilidades y con mis promesas.
Algo que muchos olvidan es que se requiere de tristeza para conocer la alegría, se necesita dolor para apreciar el amor y a veces haber tenido el corazón roto para saber cómo no romper el del otro, se precisa de ausencia para valorar la presencia porque amar no es simplemente quedarse; amar es elegir quedarse una y otra vez.
El amor es una apuesta, apuestas todo, apuestas a enamorarte, apuestas tus sentimientos, apuestas tu vida por algo que pueda o no darse, el detalle es que por miedo a perder en el amor, nos resistimos a el y terminamos perdiendo el amor, y yo prefiero perder en el amor, que perder el amor. Y me gustaría citar algo que leí, 'No ser amado es una simple desventura, la verdadera tragedia es no poder amar'. Y si algo he aprendido es que el amor no es ciego, reconoce las imperfecciones del otro, pero aún así se aman. Con esto también quiero decir que el amor genuino implica conocer, aceptar y amar a alguien en su totalidad, incluyendo sus imperfecciones. No se ama únicamente lo bueno, si no se acepta y abraza lo que consideramos defectos, ese es un amor auténtico y firme, y gracias a esto también surge el crecimiento personal que obtenemos por nosotros mismos o por la otra persona.
No he vivido mucho, pero hasta ahora he visto a muchas personas perder en el amor, ya sea por orgullo, o porque no sabían lo que querían, o porque tuvieron alguna experiencia del pasado que les lastimó tanto que dejaron de creer en el amor. Otros no le dan importancia, algunos no sabían cómo amar, otros no supieron valorar lo que tenían, e incluso la suposición también ha matado relaciones. Y así podría seguir; es una lista muy extensa.
Ya mencionado esto se puede formular la siguiente pregunta: ¿Está bien cambiar por amor? Para mí la respuesta es sí, siempre y cuando estos cambios sean enriquecedores y no comprometen la esencia del individuo, cambiar por amor puede ser algo muy bueno, si dichos cambios, refuerzan las cualidades positivas, fomentan el crecimiento personal y conducen a una mayor comprensión y empatía. El amor no debe forzar a una persona a perder su identidad, si no más bien explorar las partes de si misma, y cultivar aquellas que la hacen una mejor persona.
Vivan con la intensidad que cada emoción merece, sin miedo a ser juzgados al expresar lo que sienten. Reprimir el corazón es negar la propia existencia, y solo quien se permite sentir con honestidad conoce realmente la vida.
Muchos cargan con el peso de lo que pudieron haber hecho diferente, de decisiones que, vistas desde el presente, parecen errores. Pero no se culpen por lo que no sabían en su momento. La ignorancia del pasado no es una falta, es parte del proceso de existir. Y aun si pudieran regresar en el tiempo, volverían con la misma mente de entonces, con los mismos pensamientos, y tomarían las mismas decisiones. No se trata de cambiar el pasado, sino de comprender que cada paso, incluso los tropiezos, los ha traído hasta aquí.
Quiero dedicar estas palabras a Isabella Vásquez Orozco, no solo como un nombre, sino como el reflejo de un ser tan único como ella es.
Isabella, no leas estas palabras con prisa. Permíteles entrar en tu alma con la misma calma con la que una hoja cae sobre un río, sin resistencia, sin apuro, dejándose llevar por la corriente del significado. Porque lo que quiero decirte no es solo un conjunto de letras ordenadas; es la esencia de lo que aún late dentro de mí.
El amor es un misterio que trasciende lo tangible, que no se mide en el tiempo que compartimos ni en la distancia que nos separa. Es algo más grande, algo que sigue existiendo incluso cuando intentamos negarlo. A veces nos convencemos de que podemos apartarlo, de que la razón debe imponerse al sentimiento, pero el amor, el verdadero amor, no se disuelve con la lógica ni se borra con el tiempo. Se queda ahí, como un eco en el alma, como la voz que resuena en la mente cuando todo está en silencio.
No quiero hablarte del pasado como un ancla, ni del futuro como una promesa vacía. Quiero hablarte del presente, de lo que aún podemos ser, de lo que aún podemos sentir. No hay mayor tragedia que ignorar lo que el corazón ya sabe, que caminar en una dirección cuando todo dentro de ti grita por otra.
Si hay algo que puedo decirte con certeza, es que el amor no es solo lo que hemos vivido, sino lo que seguimos eligiendo. Y yo te elijo a ti. Con cada parte de mí, con cada espacio de mi alma, con cada latido que insiste en recordarte incluso cuando intento callarlo. No porque sea una obsesión ni un capricho, sino porque hay conexiones que simplemente existen, que desafían la lógica, que están ahí porque deben estar.
Isabella, si alguna vez te has preguntado si alguien en este mundo te ama con la profundidad que mereces, si alguien te ve no solo como eres, sino como podrías llegar a ser, si alguien camina por la vida sintiendo que su hogar no es un lugar, sino una persona… entonces ya tienes la respuesta.
No sé qué traerá el futuro, no sé qué caminos nos esperan, pero si en algún momento, en el silencio de la noche o en el ajetreo del día, sientes un vacío que no puedes explicar, una ausencia que ninguna presencia llena, una nostalgia que no se va… entonces escúchala. Porque quizás, en ese eco, también me estés eligiendo a mí.
Y cuando me recuerdas, significa que has cargado una parte de mí contigo, que he dejado una marca de mi ser en ti. Significa que puedes convocarme de vuelta en tu mente sin importar los incontables años y kilómetros que se interpongan.
El amor transciende las dimensiones del tiempo y el espacio. Cuando me recuerdas, significa que, si nos encontramos, me reconocerás. Significa que, incluso después de que muera, podrás ver mi rostro, escuchar mi voz y hablarme en tu corazón. Mientras me recuerdes, no estaré perdido.
Cuando me siento más como un fantasma, el hecho de que te acuerdes de mí es lo que me ayuda a recordar que realmente existo. Cuando me siento triste, es mi consuelo; cuando me siento feliz, es en parte por eso. Si me olvidas, parte de lo que soy se habrá ido.
Recuérdame, y viviré.
Fabian.-





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